Domingo 20 de julio de 2008. Morrissey volvía pletórico a Benicàssim dos años después de su primer concierto en el FIB -cuando brillaba con ese esplendor perdido- y se paseó por el entonces Escenario verde con su habitual y andrógeno encanto. Como es común en Mozz, su estatus le permite una verborrea que atacó a Justice, que actuaban también en ese momento, y a acusar al evento por vender filetes. Meat is Murder, como decía cuando aún hablaba con Johnny Marr.
Lo que comenzó hace años con una creencia vegetariana en contra de comer carne se ha convertido con el tiempo en una obsesión que le ha llevado a pensar que, si no ve a gente comiendo carne, nadie la come. Una especie de cruzada que le ha llevado a combatir sus ideales en cada declaración, comparar los asesinatos de Noruega con McDonalds, contratar a un equipo que no consuma carne, acusar al público que se meta un trozo de animal en la boca durante su show –lo ha intentado hasta en Estados Unidos, pobre diablo- y llegar a enfrentarse a Paul McCartney para dilucidar cuál de los dos era más vegetariano y defensor de los derechos de los animales. Ese impertinente dedo acusador que no sólo sigue sus creencias sino que obliga a todo ser humano a seguir su batalla.
Las últimas cruzadas han llevado al británico a combatir contra uno de los pesos pesados de la televisión norteamericana: Jimmy Kimmel. Todo empezó cuando Mozz descubrió que en el mismo programa estaría la familia Robertson, que no se trata de una secta sino de un clan de Lousiana dedicado a fabricar pitos para la caza de patos y que ahora tiene un programa televisivo llamado Duck Dinasty. Debe ser tan apasionante como los de cazar cocodrilos o las casas de empeño. Morrissey declinó la invitación si Kimmel decidía contar con el clan. Así fue y los guionistas de Kimmel respondieron con la mofa, que es tan estadounidense como el filete. Entre espárrago y espárrago, el de Manchester fue encendiéndose sacando a relucir esa demagogia tan divertida que es capaz de vomitar si no se le toma en serio. Acusó al programa de ridiculizar enfermedades mentales, la obesidad, la defensa de los animales, ensalzar las armas e incluso herir a los fallecidos de la escuela primaria de Sandy Hook, que tiene tanto sentido como decir que la culpa de todo se la reparten Yoko Ono y la herencia socialista. Con tanta carne uno se pierde en atender razones, creerse las chorradas de Mozz y casi arrepentirse por pensar en un cochinillo dando vueltas sobre el fuego.