LA VIDA DISOLUTA | por J.Castellanos
La conexión entre la calle de Pelayo y de Fernando VI, centro de Madrid, la ciudad donde nunca hay estrellas, destapa la unión entre ríos de orín, camiones de basura, moderneo malasañero migrado a Barquillo, gays, yuppies dispuestos a beber la ginebra con pepino, fresa, arándano o calamares rebozados para no ser menos, allí donde el palacio de Longoria ejerce de ojo expectante y marrón de cada historia e imagen distorsionada de la SGAE, que le ha afeado su modernidad hasta convertirlo en el logo de la sociedad que nadie soporta.
Allí, un maestro Morente comenzaba su leyenda o José Ramón Julio Márquez, roquero de Vallecas y Legazpi, ángel de cuero, intelectual de izquierdas, presentador de Lingo, rey del pollo frito, Cobain nacional, famoso de siempre por mangar botellines, arrepentido por “haber dado la cara en la lucha por los derechos de autor”, Ché de la música, iniciaba su carrera como consejero de esa SGAE que cayó como una losa perdida entre imputados y billetes. Ramón, Ramoncín, poco tenía que ver en los siete años del nuevo siglo que había pasado; pasado por allí. Hasta ahora.
Imputado, que no condenado, por diversas irregularidades, apropiaciones indebidas o documentación falsa, es la justicia la que dictará si Ramón, Ramoncín, es o no culpable de hacerse con más de 170.000 euros de los que aquí poco pueden decirse. Lo que no conocíamos, nueva faceta, y que el juez del caso, a veces el mejor de los periodistas por el poder que le otorga la maza de roble, ha sacado, es su resurgimiento como emprendedor. De rock star vallecana a presentador, de consejero de la SGAE a visionario tecnológico, Zuckerberg, Jobs.
Ramón, Ramoncín habría vendido, según una de las facturas que el caso ha revelado, el software Caja fuerte virtual a la propia SGAE, una herramienta para combatir la piratería de la que se desconoce su potencia. Nadie sabe si se trata de la llave definitiva para ponerle puertas al campo, la panacea que revolucionase el siglo XXI o la pieza que le sentase en el trono junto a Zuckerberg, Jobs, debido a que no encontró el propio software. Caja fuerte virtual se presenta como una extraña ironía, como la que deja el muerto antes de morir o el vivo antes de ser cazado, un aparato escondido entre pilas de informes que muchos nos estamos perdiendo y que podría resultar la gran revolución desde Internet o el Jack Daniel’s.
Ramón, Ramoncín, afirmó que, queriendo ser profeta en su tierra, la vendió a esta asociación porque como, según dice “como vivo en España, se la vendí a la SGAE” y que, de haber nacido en Estados Unidos, el fallecido Steve Jobs, sería el que hubiera comprado el programa, no dejando claro si por gustos nacionales o simplemente por logística. Este país de tanto juicio y de tan poco condenado ha ganado un nuevo imputado, pero lo que todos esperamos es, de paso, haber ganado también una nueva mente creativa y emprendedora, la nueva faceta de este ave fénix que una vez fue rock, y otras televisión.