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FAT POSSUM
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8,2
La gente que no es artista es superviviente, o lo intenta, dentro de este planeta lleno de miserias catalogadas. Matan al niño que fueron porque es preciso deshacerse de cargas inútiles. Sin embargo unos pocos nacen artistas, o se hacen, ¿Qué más da? Y ellos, los contadores de historias y fábulas, los inventores de imágenes, los pintores y dibujantes, los matemáticos y los músicos cuidan ese niño porque es la base del universo que construyen. La mirada curiosa, frágil e insultante y los juegos como modo de interactuar con todo lo que le rodea perduran en el artista. Trevor Powers es un tipo de 24 años demasiado inteligente para olvidar tan buena materia prima, por eso su voz suena como la de un niño y en su universo rebosan colores y posibilidades sensoriales, por eso utiliza la sencillez y el surrealismo como los dos límites de un mismo sonido. Si su ópera prima, The Year of Hibernation, fue un celebrado debut lo-fi de marcada psicodelia, Wondrous Bughouse se expande hacia la excelencia en todos los sentidos. Las ideas de Powers han despegado, el dream pop se ha adueñado de un tétrico universo donde la muerte deambula danzando alegremente en un campo lleno de lluvia y sol, de rincones oscuros, de personas con miradas perdidas y de animales absurdamente coloreados por un dios alcohólico.
El universo que retrata Power está lleno de pasajes tenebrosos, no aptos para niños. Con sonidos mecánicos, Youth Lagoon consiguen sumergir al ‘escuchante’ en la madriguera del conejo. Con Through Mind and Black uno se hace a la idea del tipo de sueños en los que se basa Power para crear. Sueños inestables. Pero que desembocan en maravillas como Mute. Las campanas desafinadas se funden junto a la voz de este chaval de 24 años que firma un final poderosísimo gracias a unos teclados que luego se ahogan con vileza.
Attic Doctor con sus letras llenas de insultos y su melodía disonante es la antesala hacia el sonido que quiere convertirse en la respuesta a las cuestiones existenciales que aspiran a explicar la muerte. Y Power retrata esta sensación inabarcable con la terrorífica simplicidad con la que lo haría un niño en Pelican Man. La voz áspera e infantil y el piano esperanzador que se retuerce entre ruidos evocadores son el lienzo en el que Youth Laggon dibuja frases llenas de sangre y malas intenciones. Sin embargo en el corte siguiente, Dropla, la idea de la muerte se retrata con una melodía bastante más amable y pegadiza y con ciertas recriminaciones infantiloides hacia las leyes del universo: Nunca morirás / nunca morirás. Este tipo de cosas que los niños hemos dicho a nuestra madre alguna vez. Aunque sepamos que estamos pidiendo la luna, la pedimos. Así es el descaro de Power.
Ben H. Hiller produce y se nota. El tipo de detrás de Animal Collective, por ejemplo, le ha dado cierta expansión al talento minimalista mejorando un discazo como The Year of Hibernation, cambiando el sentido de los raíles por los que circula la mente de Power y llevando esas ideas anómalas hacia lugares más accesibles. Y la psicodelia lo envuelve todo con un tono a dibujos tan extraños como la de la portada de este Wondrous Bughouse llena de retazos coloristas y lúgubres. La carne y la psique unidas por líneas dibujadas por manos imberbes y mente perturbada.
Todo lienzo, por mucho desorden mental que tenga el pintor, tiene un principio y un final. Y la última pincelada que Power le da a este álbum de 10 cortes es una canción imprescindible, no digo obra maestra por no resultar petulante. Daisyphobia es un vehículo, es un paisaje mitológico, es el sonido de los pensamientos somnolientos, es el principio de la aventura, es la puerta al universo que propone Youth Lagoon.
- Y a ti, ¿qué te parece el segundo disco de Youth Lagoon?