Es complicado no engancharse a los aullidos de los hermanos Spencer, a ese ruido renqueante de sus guitarras que te taladra lentamente la cabeza. Sarna con gusto no pica. Y Blank Realm saben coger sus guitarras y hacerte el amor con furia como nunca nadie te lo ha hecho. Un ménage à trois con los dos seres más bellos de una fiesta de espuma es menos divertido que entrar en el juego titulado ‘Grassed Inn’ (Fire, 2014) que proponen Daniel y Sarah.
Tras ‘Headless Ark’ (Siltbreeze, 2010) -ese aplastante psych que despertaba una angustia irracional en el que se atrevía a probar- y el rock herido de ‘Go Easy’ (Siltbreeze, 2012), esta banda de color azul oscuro casi negro firman su trabajo más estructurado y comercial, una versión para todos los públicos de sus síntomas noise que puedes devorar una y otra vez de manera enfermiza sin sentirte culpable.
Y la bala de platino, la canción que envuelve esa sensación de accesibilidad para el gran público, es ‘Falling Down the Stairs’, a pesar de sus seis minutos de duración. La melodía es lo más pegadizo del álbum y el estribillo que ambos arrastran con sus voces medio quemadas se fundirá igual que se derriten tus sesos en esos días de verano que aún están por llegar. La imperfección es una de las cualidades del álbum. Digo cualidades porque si no fuera por ciertos resbalones como ‘Bell Tower’ o ‘Even The Score’ no existirían aciertos como ‘Bulldozer Love’, ocho minutos de escupitajos al micrófono que conmemoran quizá sin querer a la voz de Lou Reed enfrentándose al público en aquél ‘Rock’n’Roll Animal’ (RCA, 1973).
Blank Realm coquetean con el garage en canciones como ‘Baby Closes the Door’ y con ‘Reach You on the Phone’ consiguen hacer de su densidad una melodía ruidosa con la que poner punto y final a un disco que tus oídos deberían desgastar.