Hay momentos, en pleno bamboleo de preocupaciones, que se antoja preciso un instante para reposar, cerrar los ojos y no pensar en otra cosa que las caladas que le quedan al cigarro que sostienes. Si para cada situación hay una banda sonora esperando, esta debe correr a cargo de Julie Byrne. Dice la neoyorquina que su música es “un reflejo de los fríos inviernos de la ciudad de Búfalo” y, escuchando ‘Rooms With Walls And Windows’ (Orindal, 2014), comprobamos que no desacierta. De Búfalo o de Madrid, este álbum está creado para la estación más fría. Byrne empezó a acariciar su guitarra con 17 años en 2007 y ahora, con la misma docilidad, ha confeccionado doce canciones que se abrazan al folk más apacible en este debut.
Arranca en ‘Wisdom Teeth Song’ susurrando la primera de sus historias con la confianza del amigo más afín y, como si se tratase de sus secretos mejor guardados, te conduce de uno a otro con simples composiciones. Así hasta sentirlos propios. Tanto, que a la altura de ‘Holiday’ puedes llegar a servirte un café para seguir la conversación con holgura. Entonces el título del álbum cobra sentido: sin darte cuenta, has llegado al refugio de una sencilla “habitación con paredes y ventanas”, cara a cara con la sedosa voz de Julie, compartiendo hasta la más absurda de las memorias.
En medio de la charla, aparece la instrumental ‘Piano Music’ para invitarte a mirar a través del cristal mientras tu mente merodea a sus anchas. Un gesto de amabilidad por parte de la cantautora, que tras esto retomará los testimonios sin variar el ritmo de su guitarra. Es cuando llega ‘Marmalade’ que la reiteración se hace complicada de digerir, y es que las penas que comienzan en un meditabundo café se hacen mejores si finalizan sustituidas por el empuje de una cerveza fresca. Sin embargo, en este álbum no hay lugar para el más mínimo grano de cebada, porque Julie Byrne se empeña en mantener el sosiego hasta el final.
¿No querías calma? Pues toma dos tazas. ‘Vertical Ray’, ‘Emeralds’ y ‘Keep On Raging’ continúan meciéndote en la desgana con melodías inmutables. El remate: ‘Piano Music for Lucy’, un nuevo corte instrumental de casi cuatro minutos. Los suficientes para agradecer el mimo de las canciones de acogida y, a partes iguales, reprochar el sopor de la segunda fracción. No sería mal remedio optar próximamente por un trabajo más alejado de la crudeza del invierno y próximo al entretiempo, algo que el sol de Búfalo sabrá agradecer.