Unos reivindican lo nuevo, lo futurista. Los otros, son uno de los máximos exponentes del blues y la sencillez. Hoy en Hablatumúsica debatimos y argumentamos acerca de que banda es mejor, cual pasará a la historia, quien es más influyente. En un lado José Roa, en el otro, Fernando Naval. ¿Listos?
Me presento ante el jurado para defender a una banda que, aunque en sus últimos pasos no haya seguido la trayectoria que todos esperábamos, la historia no miente y ha demostrado con creces que Muse es una de las mejores bandas del siglo veintiuno. Remontémonos a los últimos latidos del siglo XX, cuando lanzaron su álbum debut Showbiz (1999) en una época dominada por el disco y demás títeres fanfarrones del mundo discográfico; lograron lanzar un primer trabajo repleto de variopintas referencias, como Radiohead o Placebo y géneros desde el glam rock cercano a Queen hasta el grunge de Nirvana, reuniendo todos pero sonando como ninguno. Y ese es el primer punto irrevocable: es muy complicado, más de lo que pueda parecer, sonar de una manera única y reconocible, de modo que hagas lo que hagas y toques lo que toques tu sello sea inmediatamente identificado.
Con sus dos álbumes siguientes demostraron aun más. Origin of Symmetry (2001) y Absolution(2003), ambos considerados sus dos mejores álbumes, continúan mostrando ese sonido personal elevado a su máxima expresión. En estos álbumes llegan más allá, progresivamente, en cuanto al manejo del estudio y sus ventajas. Desde hits frenéticos como Stockholm Syndrome, Hysteria o Plug In Baby reducen el ritmo, el volumen y la intensidad hasta suaves delicias como Blackout o Sunburn y continúan hacia híbridos mixtos en genialidades como New Born, demostrando inequívocamente, tanto en estudio como en directo, su dominio en la versatilidad rítmica y armónica con una maestría en la dinámica y la musicalidad soberbia. Un sonido cuidado, variado entre los distintos temas que, sin embargo, mantienen una esencia común en la línea de su hábito pseudo conceptual que envuelven en una misma idea narrativa o ideológica. Lo que nos lleva al siguiente punto, que es su fuerte conciencia individual. Llegando a pecar de excéntricos, abarcan temas como la política, la ebullición social actual, de ahí a la vida más allá de la Tierra y su control sobre esta. Un poderoso cúmulo de ideas de calado, encubiertas en un estilo musical que no es el común en dichas proclamaciones y por lo cual sorprende y escarba aun más profundamente en el subconsciente público.
La épica que cubre sus temas logra cotas de un nivel solo apto para músicos de su calidad técnica y de composición. Matthew Bellamy guía al trío con una calidad instrumental a la guitarra fuera de lo común y una experimentación acertada a cada improvisación; pero más allá de eso nos encontramos con un pianista clásico excepcional y una voz personal y de calidad indudable, con tanto un uso como sobre todo unos registros raramente alcanzados. El trío logra ocupar todo rango posible, en una cantidad a primeras reducida pero que junto a la originalidad a la batería de Dominic Howard, a la constancia saturada del bajo de Chris Wolstenholme y al innovador uso de la producción se hace realidad, especialmente en sus demoledores directos. Y a pesar de que sus últimos dos trabajos no lleguen a convencer al público acérrimo a la banda y acostumbrado a su anterior trayectoria, demuestra mi último punto: la evolución. Aunque zigzagueen entre un mayor repertorio de géneros, su sello y calidad se mantienen, en una grandilocuencia mayor enfocada a otros usos de composición, así como instrumentales y de arreglos. Porque ninguna banda debe acomodarse y sentir que el estancamiento es agradable, pues el descubrimiento de nuevos límites, la búsqueda de toda riqueza influyente y el avance experimental no hace más que expandir la creatividad personal y, aun más importante, la del oyente. No es un grupo que se quede dormido y tratan de desarrollar nuevas perspectivas constantemente que, aunque difiera del gusto personal, mantiene viva la llama esencial de la música.
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Fernando Naval por The Black Keys
La verdadera pelea que puede existir entre Black Keys y Muse es la diferencia entre las sonoridades expuestas por los grupos indie de los 00s, arriesgada, diferente, nueva; contra las raíces de la música moderna: el blues, el rock and roll y el soul.
Imaginémonos un paisaje típicamente Blackeyseniano de desierto del sur de los Estados Unidos. Vamos montados en un viejo Cadillac rumbo a una pequeña cabaña en medio de la nada. Allí con una sola guitarra y unos pocos instrumentos de percusión, Dan Auerbach y Patrick Carney nos hacen un concierto de blues puro, cargado de sentimiento y sensaciones sin apenas intermediarios. Sin productores, sin mesas de mezclas, sin sintetizadores, sin luces, sin fuegos artificiales, sin globos aerostáticos, sin bailarinas del Cirque Du Solei. Directo de sus manos a tus oídos pasando únicamente por la guitarra y la batería.
No hace falta ser un genio para saber que la música épica es necesaria, el negocio musical necesita a gente como Muse que haga merecer la pena el trabajo de un arquitecto de escenarios o un asesor de imagen, que realmente lo hacen brillar ¿Pero hay algo más sincero y puro que algo sin alterar? Los chicos de Ohio que hacen sus giras en un coche americano y no en diez camiones tal vez sean algo más humildes y menos engañosos interpretando un espectáculo dedicado al oído y no a los ojos que puede no ser lo más rentable, pero sí lo más honesto.
Por supuesto esta afirmación no valdría con cualquiera, porque inicialmente partimos de dos grupos que son de los más punteros en los estilos que pertenecen, porque para hablar de gusto tienes que comparar dos grupos objetivamente buenos. Precisamente es el caso que tenemos entre manos.
No hace falta desglosar una increíble carrera musical como la de los norteamericanos que empezó en 2001 y les llevó nueve años hacer despegar, como todos los grandes proyectos que no embelesan con la majestuosidad sino que van ganando poco a poco terreno por la calidad. Fue en 2010 con Brothers cuando empezaron a ver la luz a pesar de ser todo el tiempo fieles a una misma idea y un mismo sonido. Únicamente perfeccionaron el sonido de sus discos de estudio y añadieron más músicos en sus directos para llenar el espacio que quedaba en los grandes escenarios.
La labor que ha realizado cada grupo es difícilmente comparable, por lo esencialmente diferentes que son la una de la otra. Toda comparación tiene inevitablemente algo de subjetiva cuando comparas obras que guardan tan pocas similitudes, pero creo que mi compañero José Roa lo va a tener difícil porque los dos somos amantes de la esencia de la música de raíces y de la guitarra eléctrica. En eso precisamente es en lo Black Keys les dan una auténtica paliza a Bellamy y compañía.
- Y tú, ¿votas por Muse o por The Black Keys?
Ustedes se ponen de acuerdo para votar siempre por grupos diferentes?
PD: Muse sin pensarlo.