Un animal casi mitológico lleva moviéndose desde 2009 por la capital española. Madrid, la ciudad que no quiere música porque prefiere moverse entre multas, cierres y la búsqueda incesante de olimpiadas como si fueran la panacea de todos los males que golpean la corrupta sociedad. Mientras la ciudad se descompone lentamente en sus calles, tomadas por policías y prostitutas, Quartetto Minimo saltan de sala en sala cada semana buscando un hueco para el jazz y la improvisación entre una joven generación que ve en la música de John Coltrane, Joe Henderson o Thelonious Monk arcanos caducos. Barbaridades del XXI.
Su música es la de unos Penguin Cafe Orchestra en clave clásica que han decidido mirar hacia el Mediterráneo. Rara ave obsesionada por crear un propio mundo musical y estético; suenan atemporales, innovadores y bohemios, ajenos a la imposibilidad de su reconocimiento actual, como el que golpea con los puños el muro de una fortaleza con la creencia de que en algún momento logrará derribarlo.
Quartetto Minimo está formado por los hermanos Ilan y Eliaz Hercelin, Nicolas Arzimanoglou y Sebastian Spang, cuatro jóvenes de diversos orígenes que de la mezcla han hecho la pureza. ‘Pomelö’, grabado en abril en la propia capital, es su última referencia discográfica. Supone la continuación a los dos trabajos editados en 2012 ‘Quartetto Minimo’ y ‘Quartetto Minimo & Doro Offermann’, un empeño aún mayor por desgranar la banda sonora del Mare Nostrum, un acercamiento mayor al jazz y un nuevo episodio de nueve apartados únicos.