Cada persona a lo largo de su vida consigue asociar canciones a sus recuerdos, construyendo así su propia banda sonora. Da igual cuánto tiempo pase, al escuchar una melodía conocida, los recuerdos se apelotonarán en nuestra cabeza. Por el contrario también existe música que pasa desapercibida, no consigue calar hondo, no nos enamora. Esto segundo es lo que me pasa con Los movimientos.
El último trabajo de Abel Hernández, más conocido como El Hijo consta de diez canciones que son las que conforman Los movimientos. Al empezar a escucharlo, me da la sensación de escuchar música ambiente hecha para llenar un silencio incómodo, pero no pasa de allí. Música que muchas veces pasa desapercibida. Y esto tal vez se deba a la voz de Abel, pues salvo en excepciones (como sucede con Inca), es bastante lineal.
Es un disco que tiene buenas intenciones, pues ha querido ir más lejos y experimentar con nuevos sonidos, instrumentos, mezclar ritmos y géneros, pero esto no a todos les da resultados. La primera canción del disco Exteriorización del cuerpo astral empieza bien, con un sonido que me tele-transporta directamente a la India con una pandereta y una percusión sonando al unísono. Conforme avanza la canción, nos encontramos un ritmo in crescendo tras el cual, la melodía se transforma y pierde su esencia.
En Reina de las Rocas y Tempestad, encontramos algo parecido. Guitarras distorsionadas, sintetizadores y varios sonidos que se van uniendo a contratiempo, generando un ritmo particular pero plano, en el que la voz de Abel se escucha débil, no dando fuerza a la melodía, sino fundiéndose con ella, con unas letras como cada tarde vengo hasta tu playa a intentar robarle a tu soledad, tu hermosa soledad, sabia soledad franciscana que potencian la sensación de quietud. En canciones como Gran Sueño o Testigo Luminoso encontramos guiños más en la línea de sus trabajos anteriores como Madrileña o Las otras vidas.
Una sorpresa de este trabajo es Inca, que parece ser una canción más pero al llegar el coro nos encontramos con instrumentos populares andinos (chamis, cascabeles, guitarras acústicas) y unos coros que imitan a los instrumentos de vientos. Esta canción consta de una letra muy acorde un cóndor ha cazado a una cabra que es un indio, se lo lleva volando, volando hasta su nido, su nido está en lo alto y el indio está tranquilo un homenaje a los indios y su cercanía con la naturaleza.
El disco termina con Buscando el sol. Melodías en la que se experimenta con moogs electrónicos, con sintetizadores lleno de matices ochenteros y probando con sonidos variados como lasers o ruidos ambientes como el pasar de un tren, dando mucha prioridad a lo instrumental.
El disco Los movimientos se ha publicado en una edición compuesta por Vinilo+CD y en Spotify además ofrecen todas las canciones en versiones acústicas. Lo dicho, Los movimientos es un disco peregrino, y yo prefiero música que se quede a formar parte de mi banda sonora personal.
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