Con este If not now, when? (2011), los californianos Incubus continúan en su séptimo álbum de estudio con la misma tendencia evolucionista, desarrollando su sonido y guiándolo a un nuevo puerto que los fans de sus primeros discos tal vez no encuentren del todo satisfactorio. Unos músicos indudablemente buenos que no han sabido plasmar ese talento en un disco mediocre, que peca de poca o nula originalidad y apuesta por fórmulas más fáciles y suaves, orientadas a un público más casual.
No nos encontramos ante un disco malo, porque musicalmente es un disco bien hecho, tanto puramente en composición, como en producción y en las diversas fases que llevan a la conclusión de un álbum. Entonces, ¿por qué no ha sentado bien al oído este trabajo? Porque el Incubus de siempre parece bastante perdido entre la niebla. El sonido funk y jazz mezclado con el más salvaje guitarreo era seña de la casa, con una personalidad inconfundible, mientras ahora podrías comparar sus canciones fácilmente con bandas como Snow Patrol. Han bajado las revoluciones a la vez que las ganas de pararse a componer algo nuevo y digno de escuchar sin poder pensar en otras cuatro canciones similares.
No todo está perdido; temas como su single “Adolescents” o “Switchblade” -de hecho, los únicos- regresan al último sonido psicodélico, de complejos tiempos y una fuerza relativa, que si bien no compensa, basta y sobre todo tranquiliza porque, como digo, no todo está perdido. Pero otros temas (todos los demás), son demasiado simples y fáciles de vender. Crítica que se ajusta también a las letras, con estribillos como el de “Promises, promises”: “I’m on the road of least resistance / I’d rather give up than give in to this / So promise me only one thing, would you? / Just don’t ever make me promises / No promises”. Demasiado sencillo, sobre todo para un grupo que antaño destilaba una calidad y complejidad asombrosas.
Su cantante, Brandon Boyd, destaca sobremanera entre sus compañeros de grupo, dando la sensación de que la música acompaña más que importa ante un solitario despliegue de talento vocal. Las armonías entre voces y coros son impecables y muy bien trabajadas, pero fuera de lugar ante un fondo instrumental que suena cada vez menos a banda y más a hilo musical.
Sin pena ni gloria han sacado su último trabajo que no cuajará entre sus más acérrimos seguidores por el drástico cambio en su estilo, ni llegará a una audiencia masiva dados los retazos del clásico Incubus que aún perdura en ellos. Todo grupo evoluciona y es un tránsito natural, si bien se ha hecho por motivos comerciales o musicales no se sabrá, pero si este es el camino que han elegido les vendría bien dar un par de pasos atrás y volver al cruce en el que se desviaron.