Podría empezar esta crítica hablando sobre la cantidad de escoria que se publica cada día, que la música ha de contar algo, etc., pero no lo haré. Este tío se merece un respeto por haber formado parte de uno de los grupos independientes más conocidos de los noventa, The Smashing Pumpkins, y por haber participado en la composición de discos casi legendarios como Mellon Collie and the Infinite Sadness. Ahora bien, no esperéis encontraros el disco del año.
James Iha no se ha lucido. Es su segundo álbum en solitario y esto no parece mejorar. Alejado de los sonidos más acústicos del primero (todavía en la etapa de los Smashing), el segundo largo llega nada menos que catorce años después del primero (Let It Come Down). Que dos discos estén tan separados en el tiempo, y máxime si el autor ha tenido bandas paralelas, me asusta bastante. Me asusta porque es muy probable que las canciones no mantengan una coherencia entre sí y el álbum sea una suerte de muestra retrospectiva de retales que no han encontrado su cabida en tal o cual grupo.
En este largo nos encontramos sonidos bastante suaves, quizás demasiado. Mucho pop precocinado y poca sustancia de verdad. Unos temas vacuos, que se quedan a medias, carentes de personalidad y de fuerza. Este disco sería la banda sonora perfecta para una historia decadente, con su agonía incluida. Durante los 53 minutos que dura hay un runrún constante que suena desde mis altavoces. Ningún tema me llama excepcionalmente la atención, excepto uno. Me refiero a la séptima pista, titulada Appetite. Se ve que James tenía apetito de plagiar. La primera vez que escuché el tema pensé que era una versión de Nightclubbing del eterno Iggy Pop. Pero no, es un tema original y esperpéntico, en el que no faltan unos segundos finales de piano que podrían acompañar perfectamente una película de terror de los 20.
Sinceramente, no me esperaba esto. No me esperaba que ni llegase a la suela de los zapatos a The Smashing Pumpkins y que solo me encontrara pop descafeinado con exceso de auto-tune. Por supuesto, rozando en muchas ocasiones el dream pop, como no podría ser de otro modo en los tiempos que corren.
Muchas veces un artista no saca un buen disco pero espero, por alguna razón, que publique el siguiente para darle otra oportunidad. En esta ocasión no daré otra oportunidad a James Iha, ya que la música es un arte y una industria, y por lo tanto tiene que innovar, contar algo nuevo cada vez. Y este disco no lo ha hecho.